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Malos presagios

2021-12-29 17:42:28 | El Pionero

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La desmesura no es accidente, es estilo personal de gobernar. Por lo mismo se ha normalizado, permeando el debate público, de tal suerte que desplantes, amagos e hipérboles no se toman en serio por considerarlos recursos retóricos a tono con la propaganda gubernamental que sostiene, al margen de resultados, que estamos pasando por una transformación épica que representa el cambio de era en la historia nacional. Pero hay excesos que no se quedan en saliva y cuyas consecuencias podrían ser funestas, como la persecución de los consejeros del INE que disgustaron al Presidente por tener y sostener criterios distintos al suyo.


    

Con la misma independencia que mostraron al no moverle ni una coma a la propuesta de Presupuesto enviada por el Ejecutivo, salvo el recorte al órgano electoral que también fue instruido y que es la litis del conflicto, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, denunció penalmente al secretario técnico y a los seis consejeros que votaron por posponer algunas tareas de la organización de una eventual consulta de revocación de mandato, en tanto la Corte resuelve la controversia por imposibilidad material de cumplir con lo establecido en la Constitución debido a la falta de recursos suficientes.

La totalidad de los consejeros respondieron a ese aberrante acto de acoso, intimidación y persecución que atenta contra la autonomía del instituto con un pronunciamiento que recuerda acertadamente que “en un Estado democrático de derecho las diferencias de opinión no se persiguen como delitos”. El problema es que ése no es el caso de México.

La FGR ha servido a diversas revanchas políticas, incluso personales, de su titular y del grupo en el poder. Y aunque algunos jueces han resistido, tampoco han faltado quienes se prestan a ellas. Ahí está Rosario Robles con más de dos años en la cárcel, aunque el delito por el que la acusan no amerita prisión preventiva, y lo mismo decir de Jorge Luis Lavalle. Cuando iba a salir libre Alejandra Cuevas, el ministro Arturo Zaldívar atrajo el caso a la SCJN para alargar su cautiverio y complacer al fiscal. La burda fabricación de delitos en las acusaciones de Emilio Lozoya contra Ricardo Anaya son del dominio público y sin embargo continúan su curso. Está visto: la falta de sustento jurídico no los detiene.

Sería ingenuo pensar que el diputado Gutiérrez, quien ostenta la representación de un poder de la República, haya levantado denuncias penales contra integrantes del INE por motu proprio. Es obvio que el tema lo rebasa. El extendido rechazo que generó el despropósito llevó al Presidente a deslindarse, pero apenas estamos en los prolegómenos de la polarización sucesoria. En el reciente “informe” en el Zócalo, el mandatario dejó en claro que no se moderaría, advirtió a los suspirantes a sucederlo que deben anclar sus posiciones y es previsible que, en el ejercicio de revocación que insiste tener para ser enaltecido, avivará la confrontación.

Andrés Manuel López Obrador no acostumbra rectificar y es dado a doblar la apuesta cuando la situación se vuelve desfavorable, una forma de fugarse hacia delante. Así lo hacía como opositor, con mayor razón ahora que tiene los instrumentos del poder a su servicio. Sigue la persecución contra 31 científicos que resistieron las arbitrariedades del Conacyt y en el CIDE se mantiene la imposición de un director espurio, pese al rechazo abrumador de la comunidad y la clara derrota oficialista en la opinión pública. El mandatario no suelta y sabemos que va por el INE. Gobierna para asegurar el triunfo de su partido en la sucesión, cualquier otra consideración para él es secundaria, por ello desea controlar al árbitro electoral.

El contexto económico es complicado, la recuperación resultó lenta, pronto se estancó y las tendencias inflacionarias se están imponiendo. Si las crisis durante dos años en pandemia no propiciaron una política de unidad nacional, ahora que el futurismo por el 2024 está desatado, menos sucederá. Cuando más se necesitan acuerdos para enfrentar juntos la adversidad más se alentará la división. El poder es el proyecto, por eso el capitán del barco prefiere hundirlo antes que soltar el timón.

Por: Fernando Belaunzarán

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